VIDA Y MUERTE DE UN RÍO
Javier Manzano “El
rata”, Jesús Sánchez “Moraga”, Jesús Manzano “Chule”, Gaspar Núñez, Antonio
Manzano “Tripa”, Dionisio Albarrán, Carlos Baldominos “Charli” y J.A. Pérez
“Japi”.
Con mi agradecimiento
a todos por lo que me habéis enseñado y mi satisfacción por lo que halláis
aprendido de mi.
Capitulo especial
merecen mis excursiones con Heliodoro Reina “La reinita”, mucho mas recientes
en el tiempo y por tanto mucho más provechosas por lo mucho que he aprendido de
truchas gracias a ti.
Gracias amigos.
Nos adentrábamos Camino de
Fueron muchas tardes bajando a pescar a la charca, nuestras charca como la llamábamos, muchos ratos en los que poco a poco, pececillo a pececillo, fue naciendo en nosotros una afición por la pesca, y a la vez un amor por aquel río, en el cual podíamos, con nuestros doce trece años, hacer algo que nos gustaba, y a la vez salir del tedio y del aburrimiento, que reinaban en esos largos días de verano.
La charca, la nuestra, estaba situada enfrente de la terrera alta (los que sean de Azuqueca sabrán a que terrera me refiero…), y era mas bien pequeña, aunque muy poblada de pececillos y por supuesto había sitio para pescar todos nosotros. Los pececillos que los primeros días caían presas de nuestros anzuelos con suma facilidad, luego se iban escamando y dejaban de entrar con tanta facilidad como lo habían hecho. Pero este verano del 68, fue el bautizo y el de algún otro, en un arte que con el paso de los años se convirtió para algunos de nosotros en una faceta más de nuestras vidas y en un constante amor por la naturaleza y a la vez admiración por este río, unos y otros nos hicieron pasar en aquel año ratos de extraordinarios.
Cuando el otoño llegó y después el invierno con sus venidas y sus heladas empezaron las clases y pareció que el gusanillo se nos iba.
Con los primeros soplos de la primavera nos empezaron a entrar de nuevo las ganas de pescar. Recuerdo que entonces me ofrecieron hacer un viaje con unos tíos míos a Valencia, por supuesto acepté pues tenía unas ganas locas de conocer el mar, y así fue. Otra forma de vida acuática diferente a la del rió Henares se abrió ante mi. Allí fue donde mi tío me compró mi primera caña (que todavía conservo por cierto…). Era una bonita caña de bambú, para mi entonces, única, diré que fue allí también, donde por desgracia, conocí también lo que era la contaminación del agua, todavía no podía imaginar que años después la conocería en mi propio río.
Con esta caña nueva, algunos aparejos también nuevos, pero aún sin carrete lanzadera si no uno manual, empecé mi nueva temporada de pesca, recuerdo que baje solo un par de veces o tres y no puede pescar ni un solo pez, pero recuerdo que el día 15 de mayo, fiesta de San Isidro fui con un amigo a pescar, cuando llegamos al Arroyo de vallejo (un pequeño arroyo que pasa por Azuqueca y vierte sus aguas en el Henares), la cual estaba llena de peces, entonces no sabia por que había tantos peces allí, pero después me entre que había tantos por que estaban desovando, y por eso a la vez que no querían saber nada de la suculenta lombriz que les ponía en su morro. Cansado y aburridos nos disponíamos a dejar el río cuando uno de aquellos peces, una hermosa boga con mas apetito que sus congéneres entró a la lombriz, fue tal el tirón que pegué de ella que la mande 4 o 5 metros detrás de mi; esta fue un de mis primeras alegrías. La paseé por todo el pueblo y luego me la cené tranquilamente, desde aquel día ya nunca podría alejar de mí el vicio de la pesca. Seguí bajando en mi bicicleta, la mayoría de las veces sólo y con mas o menos suerte, recuerdo que al final de aquel verano mi padre me compro un carrete lanzadera marca “Segarra” que también todavía tengo conmigo, creo que desde ese momento ya fui un verdadero pescador.
A finales de este verano conocí a los que luego serian mis grandes amigos y compañeros de pesca y que afortunadamente todavía lo son. Durante este año pasado aprendí muchas cosas que pasado el tiempo me sirvieron de mucho. Aprendí a reconocer cebos, montar aparejos y lo más importante, se fue desarrollando en mí un gran respeto por la naturaleza. Y la vez un gran afecto por la vida del campo, ya que a la vez que pescábamos también nos bajábamos nuestras meriendas. Entre los pocos peces que pesqué y los muchos bocatas que me comí llego el mes de Octubre y con el, el frío y el agua y por tanto el dejar de pescar por unos meses.
La nueva temporada la estrenamos con la nueva década, ya éramos unos cuantos los que bajábamos a pescar, con unos equipos de pesca mas perfeccionados, nos fuimos pasando conocimientos unos a otros que teníamos y así conseguimos aprender un poco mas de este vicio - deporte – arte, que es la pesca y que ya definitivamente teníamos metido en la sangre.
Pescábamos un
amplio tramo del río, desde el Puente de Chiloeches al puente de Miralcampo,
unas veces desde el mismo puente de Chiloeches, otras en el Camino de
La ova, el gusano verde, la gusarapa, la palometa, la lombriz de tierra, el verdín, la masilla, y un largo etcétera fueron cebos que utilizábamos y que muchos de ellos aprendimos a utilizar, aun no con muy buenos resultados.
En mi, causaba una profunda admiración un hombre que pescaba en la tabla del puente colgao, era y sigue siendo el Tío Florentino, aunque me imagino que hará unos cuantos años que no pesca ya en aquellos puestos que tanto le gustaban. Recuerdo que el único cebo que utilizaba era la ova, ¡Y que buenos barbos le vimos sacar!, con que envidia le rodeábamos y con nuestra curiosidad de adolescentes, le cansábamos a preguntas. Comenzamos nosotros a raíz de aquí a utilizar todas las primaveras y con profusión, ese gran cebo que es y sigue siendo la ova, aun que tengo que reconocer que con pobres resultados los primeros años. Ese invierno no dejamos la pesca aunque si de pescar, y digo que no la dejamos por que en el invierno nos dedicamos a buscar veletas, plomos, anzuelos, colgados en los árboles de la orilla de nuestro querido Henares, que no solo nos daba su riqueza piscícola, el cebo y su frescor en el verano si no que también nos daba los medios para que pescásemos esos peces, esto lo hacíamos como es de suponer, nuestra economía era aun débil y no podíamos permitirnos el lujo de estar comprando aparejos todos los días.
¿Qué como lo hacíamos? muy fácil, nos bajábamos al río con una cuerda larga y fuerte y un buen hacha. Normalmente bajábamos Gaspar, Moraga, El Rata y yo, cuando veíamos una veleta, Javi “El Rata” que tenia una habilidad especial para subir a los árboles, se subía con la cuerda y el hacha, enganchaba la cuerda a la rama en la cual estaba la veleta, y con el hacha hacia una pequeña poda de la rama la cual caía al agua, nosotros desde la orilla sacábamos la rama del agua y precedíamos a coger lo que hubiera, así nos ahorrábamos un dinerillo muy bueno.
Ahora me viene a la memoria las grandes alamedas que de un puente a otro había en el rió, todas ellas llenas de verde en el que te tumbabas y descansabas a placer o comías al fresco o asabas unas chuletas con un trago de vino a la sombra y el frescor hacían de este tramos del rio un pequeño y acogedor paraíso para todos los que le frecuentábamos.
Transcurrido el primer año de la década nos llegaron otra primavera y verano caluroso, allá por el mes de Febrero una tarde serena, Moraga y yo con gusano verde cogido en el vallejo nos fuimos hasta la terrera del agujero y allí hicimos una buena pescata de bogas, aunque para ello aunque para ello nos tuviésemos que meter de patas en las frías aguas ya que era allí donde estaban estas (así nos lo aconsejaba), Esto fue el comienzo de dos años de pesca impresionantes como si los peces barruntaran el trágico final que los esperaba.
Con qué ganas esperábamos que llagara el sábado, cada uno preparábamos nuestro equipo y nuestra manta, pues era tal la afilón al río ya la campo, que pasábamos en el río todo el fin de semana, la noche del Sábado incluida, y como disfrutábamos aquellas cortas noches de verano, fumando, escuchando la radio y contando chistes, charlando o asándonos unos choricillos. De todo hacíamos menos dormir. Por muchos años que pasen no se me irá de la cabeza aquella imagen de tranquilidad, esas caídas de la tarde pescando la boga con gusano verde, esos anochecidos de “Celtas Cortos y botellin de cerveza” mezclados con nuestros sueños adolescentes todo esto y más nos dio aquel veranos que a buen seguro ninguno de nosotros a olvidado.
Este verano
descubrimos el sitio ideal para pescar, fue en una chorrera que había un poco
más abajo de donde terminaba el Camino de
Poco a poco paso aquel verano, en el invierno y dada nuestra afición por la pesca no dejamos de bajar a pescar; entonces utilizábamos el método de pesca a fondo con lombriz que aunque no nos dio resultados positivos, si nos sirvió para ir conociendo cada vez más este difícil mundo de la pesca. Mirábamos con asombro como había pescadores que sacaban infinidad de peces a fondo, mientras nosotros, a lo sumo sacábamos dos o tres peces a lo sumo y no grandes. No entendíamos como pescando en el mismo sitio y con el mismo cebo unos pescaban tanto y otros nada (tengo que reconocer que aún hoy no lo he llegado a entender). Eso si, pescar no pescaríamos, pero comíamos y bebíamos a placer, nació una costumbre que siguió durante los años siguientes y consistía en juntar todos nuestras comidas y bebidas con lo que preparábamos unas grandes meriendas a la orilla del río donde el que mas el que menos se ponía las botas de comer. Así paso esta Primavera - Verano del 72, con mucho el año que creo sin duda mas peces he sacado en mi vida, durante todo este tiempo y en la chorrera que descubrimos el verano anterior, hicimos unas pescas extraordinarias con un cebo que entonces descubrimos definitivamente; era el gusano blanco y casualmente lo cogíamos de una oveja muerta a la orilla del río, tuvimos cebo todo el verano y todos los días que bajábamos a pescar nos hinchábamos a sacar peces. Durante este verano pasamos las mejores noches, hasta entonces, jóvenes vidas. Dormíamos en una alameda cerca de la terrera del agujero, todos juntos con nuestras mantas y sacos, recuerdo también algunas pescas nocturnas medio furtivas y vanidosas, con las cuales llenábamos los rejones y por la mañana nos tirábamos el “pegote” delante de los madrileño, que entre sorprendidos e incrédulos nos miraban los Domingos por la mañana con nuestros rejones llenos de peces pescados en aquellas noches serenas del mes del Julio. Aquel verano ya empezamos a notar cierto grado de contaminación pero no nos sorprendió mucho, hasta cierto punto, era normal pues el río bajaba con muy poco agua.
Por estos días nosotros conocíamos ya perfectamente el río y los mejores sitios para practicar la pesca y acampar, nos gaviamos conocido en unos expertos en el conocimiento del rió y su entorno y como tales actuábamos siempre que bajábamos a pescar. Nos dimos cuenta que en tres, cuatro años nos habíamos aprendido tanto de ese río, que seguramente había muy poca gente que lo conociera tan bien como nosotros, esto nos permitía una cierta ventaja con el resto de los pescadores, aunque de vez en cuando salía alguno que nos sorprendía. Podíamos elegir el mejor sitio para pescar y acampar, aquel Otoño – Invierno hubo grandes lluvias y no pudimos bajar a pescar por que bajaba bastante tomado. Estas grandes lluvias dieron paso a una Primavera -Verano muy calurosos que sin embargo fueron muy buenos en cuanto a pesca. Notamos que la contaminación llego al extremo de ver ya algunos peces muertos a mediados del verano. Una tarde del mes de Septiembre me dijeron o tal vez oí comentar, no recuerdo, que había una gran cantidad de peces muertos en la orilla del río. Al otro día moraga y yo nos bajamos en nuestras bicis para comprobar si aquella noticia era cierta, pudimos ver con nuestros ojos como las orillas estaban llenas de peces muertos, pero también nos dimos cuenta que había muchos mas que se habían salvado de esta primera, digamos, epidemia. Aquel año no bajamos ya a pescar ni a dormir al río, dejamos que se pasase el año y al siguiente volvimos a bajar aunque nos dimos cuenta que aquello no era lo que había sido y que a pesar de que aun había peces, no picaban como antes. Hacia mediados del verano bajamos a dormir una noche, bastante fresca, al río; íbamos Moraga, Pomares y yo. Esa noche aparte de pasarlo bien nos dimos cuenta de la terrible soledad en la que se encontraba nuestro río. La gente al enterarse de la mortandad había dejado de bajar al río. A finales de Julio del 74 nos dijeron que había otra gran mortandad de peces; la segunda en poco tiempo, pero a la semana siguiente en el mes de Agosto nos dijeron que los peces de nuestro querido río Henares seguían desapareciendo. Una tarde de Septiembre bajamos a ver como estaba la cosa y por desgracia pude ver una cosa que no se me borrara jamás de la cabeza, con la gran cantidad de peces muertos que había en la orilla acertamos a ver lo que aquellos pobres animales tendrían que pasar en el agua para salirse a la tierra: El caso es que vi como un pez de unos tres kilos y a una gran velocidad desde el centro del río saltaba fuera del agua hacia la tierra ¿Qué sustancia llevaría el agua para que un animal abandonara su hábitat sabiendo que iba, a una muerte segura fuera de el? ¿Qué sería aquello que los pobres peces no podían soportar? ¿Quién sería el asesino que los mato a todos y nos mato nuestro río y su vida?. Estas preguntas aún hoy están sin contestar y quizás nunca se contesten.
EPILOGO
Hoy todos los que tuvimos estas vivencias que acabo de relatar somos grandes aficionados a la pesca, pero la verdad que en ese querido henares a su paso por Azuqueca no hemos podido a volver a practicar más el deporte de la pesca y lo que es mas grave nadie a movido un dedo para que así sea. Yo he ido bajando al río de vez en cuando y cada vez he bajado con mas pena de mismo. Sin saber que hacer poco a poco he escrito estas paginas que espero sirvan sino para ganar un premio por su redacción (Nota del Transcriptor: En su día este texto fue enviado a un concurso que realizaba una conocida publicación de pesca) si para que nuestros responsable en materia de medio ambiente, y más concretamente a nuestro responsables municipales (Pues voy a enviar copia de esta a ellos también) tomen conciencia de lo que significa tener ese rió que hoy por hoy es una cloaca mal oliente, cuando en sus buenos años ha sido un orgullo de mucho de nosotros.
Lo dicho, acordaos Ediles que hay algo muy nuestro, de todos los Azudenses, que hoy por hoy esta muerto y que con un poco de interés y sobre todo tratando que los responsables de ese exterminio, que aún hoy se sigue produciendo, aun que parezca que ya no hay vida en nuestro Henares, paguen con el peso de la ley lo que está claro que con sus millones no quisieron remediar un día, poniendo unas depuradoras adecuadas.
¡Adelante a por estos terroristas de la naturaleza que también nos quitan un poco de nuestras vidas!, ayuda y apoyo no os faltarán.
GRACIAS
Comentarios
Publicar un comentario